Los mercados de renta variable obtuvieron fuertes ganancias a raíz de las buenas noticias de Pfizer en relación a la efectividad de la vacuna contra el COVID 19. A pesar de lo incierto de las elecciones americanas, el S&P500 obtuvo la mejor semana de revalorización en una semana electoral. Lo curioso de este nuevo empujón a los activos de riesgo es que esta vez han sido los activos de riesgo “value”, más que los de crecimiento, hacia donde se han rotado las inversiones. También de manera poco habitual, fueron los mercados europeos los que mejores resultados obtuvieron. En general, los mercados desarrollados lo hicieron bastante mejor que los emergentes, a pesar de que el USD perdió valor en el mes (-2,40%) respecto al resto de divisas.
El nuevo objetivo de inflación de la FED (del 2%), apunta a un plan de estímulo fiscal gracias a la victoria de Joe Biden, lo que podría dejar entrever una recuperación cíclica para el 2021. En paralelo, debería ocurrir lo mismo en la Eurozona, con un plan de apoyo del BCE, coincidiendo con el final de los confinamientos gracias a las vacunas.
Los renta fija se comportó de forma mixta. Los bonos gubernamentales americanos incrementaron su valor, mientras que en Europa ocurrió lo contrario. Los bonos corporativos, indistintamente de la zona geográfica, también subieron en concordancia con el incremento observado en los activos de riesgo.
El oro cayó más de un 5% en el mes, en contraposición con la subida de la valoración de los activos de riesgo.
Las perspectivas de una “normalización” de la economía ante las buenas noticias de la vacunas, ha permitido al S&P 500 alcanzar máximos históricos y al resto de los mercados subir con mucha fuerza. La mayoría de los analistas, tras este mes de noviembre, se posicionan mayoritariamente positivos en relación a los activos de riesgo con un argumento principal común, que los mercados van a seguir apoyados por los bancos centrales, y una agregado posterior, la recuperación de la economía tras el covid-19.
Nuestra opinión sigue siendo que la realidad económica no es buena, ya que está sustentada por estímulos monetarios (oferta monetaria ilimitada y tipos de interés negativos) y déficits fiscales como nunca se habían conocido, que nadie sabe cuándo y cómo podrán terminar, y cuyas consecuencias a medio plazo son difíciles de anticipar. La incertidumbre nunca ha sido buena compañera de los inversores, pero en estos momentos no tiene reflejo alguno en los precios. Toda la atención de los mercados se dirige no a la valoración de las compañías o las consecuencias de los cambios estructurales acelerados por la crisis sanitaria, sino al volumen de las nuevas rondas de estímulos por parte de los bancos centrales, el gobierno americano y la UE. En estas circunstancias, y con todas las buenas nuevas ya descontadas, el mercado es muy sensible a cualquiera noticia inesperada, la volatilidad está instalada en la renta variable y debemos esperar que continúe así durante mucho tiempo.